viernes, junio 03, 2016

La educación afectiva. (Eugenio González)

         Educar a los niños ha sido una de las preocupaciones más constantes a lo largo de la historia de la Humanidad, la formación integral del individuo era y es el objetivo principal de cualquier proceso de aprendizaje. Al logro de dicha formación contribuye, de un modo especial la afectividad estable, serena y equilibrada, mediante la cual el sujeto establece relaciones con su entorno, primero con sus padres, y después las amplía el resto de la sociedad.
        El equilibrio afectivo-emocional, entre otros muchos beneficios, permite al niño alcanzar una personalidad madura. Este proceso evolutivo debe integrar y armonizar diversos aspectos, entre los que podemos citar: Rasgos Constitucionales (Sistema nervioso central, Sistema nervioso autónomo, Sistema glandular, Constitución física, Capacidad intelectual etc.); Desarrollo psicomotor, que ayudan al niño a ampliar su entorno físico iniciando así una etapa de exploración e independencia que le permita moverse y relacionarse con los objetos libremente; Desarrollo intelectual mediante el cual interioriza, comprende e interpreta la estimulación externa, iniciando la formación de sus estructuras cognitivas; Desarrollo afectivo-social que permite establecer relaciones con los demás ampliando y enriqueciendo su proceso de socialización. Y por último, las experiencias transmitidas por los agentes sociales (familia, escuela, sociedad contribuirán a que el sujeto alcance dicha maduración.
         La práctica educativa apenas ha valorado la importancia que tiene la afectividad en el desarrollo y adquisición de una personalidad equilibrada y estable, por el poco valor que hasta ahora, se le ha atribuido para el éxito académico. Sin embargo, si tenemos en cuenta que la educación debe orientarse al pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos, el desarrollo cognitivo debe complementarse con el desarrollo emocional. La educación emocional debe dejarse sentir en las relaciones interpersonales, “en el clima de aula” y en el trabajo académico.
         Desde esta perspectiva amplia, la educación emocional es una forma de prevención de actos violentos, estados depresivos, consumo de drogas, etc. No debemos olvidar que los estudios realizados sobre la violencia escolar ponen de manifiesto que los jóvenes transgresores presentan carencias en habilidades emocionales, como el control de los impulsos o la capacidad para ponerse en lugar del otro (Criado del Pozo y González-Pérez, 2002).
         La afectividad, en este momento, es un tema recuperado por la Psicología Cognitiva. La emoción constituye en la actualidad un capítulo muy importante de la Psicología Evolutiva y de la Psicología de la Educación. A través de las emociones el sujeto expresa gran parte de su vida afectiva (alegría, tristeza, ira, celos, miedo...), sin la emoción seríamos máquinas y por tanto insensibles. Aunque durante mucho tiempo las emociones-sentimientos debían ser disimuladas, hoy en día forman parte de la motivación, y en ciertos momentos pueden ser definitorias de nuestra conducta, transmitiendo sin palabras nuestro estado de ánimo.
         La moderna investigación atribuye un papel importante a habilidades tales como: el control de las emociones, saber ponerse en lugar de los demás o el fomento de una actitud positiva ante el mundo y las cosas, para prevenir las conductas violentas y los conflictos interpersonales. Estas habilidades, que tienen que ver con lo que -se denomina inteligencia emocional-, tradicionalmente han sido olvidadas tanto por la educación formal (la realizada en la escuela), como por la educación informal (socialización y educación medio ambiental). La educación, principalmente la escolar, se había centrado en el desarrollo de las capacidades cognitivas y había descuidado la educación afectivo-emocional.
         La afectividad, emociones, sentimientos y pasiones, desempeña un papel importante en nuestras vidas. Están arraigadas biológicamente en nuestra naturaleza y forman parte de nosotros, lo queramos o no. Con la ira expresamos malestar y puede servir para defendernos de una situación de peligro; la ansiedad nos permite estar en estado de alerta ante situaciones difíciles; la tristeza es una forma de expresar el dolor que llevamos dentro o nos lleva a pedir ayuda; con las rabietas, manifestamos insatisfacción y frustración, etc. Las emocionas, sentimientos, etc. son necesarios; ahora bien, las emociones, pasiones… pueden dispararse en momentos determinados sino se ejerce el debido control sobre ellas, pueden salir de nuestro control y esto puede llegar a afectar a nuestro bienestar psicológico o repercutir en los demás, de ahí la necesidad de una adecuada educación afectiva.
         La educación en la afectiva se realiza por “contagio social”. No es necesaria una programación para educar afectivamente, se realiza de forma espontánea y natural mediante la educación familiar, escolar y mediante el proceso de socialización y culturización ambiental. Dicho esto hay que matizar esta frase afirmando que el desarrollo emocional del niño es un tema complejo, difícil de delimitar, por las múltiples conexiones que la esfera afectiva tiene con los restantes procesos físicos y psíquicos del niño. Las emociones desempeñan un papel de máxima importancia en la vida del niño. Añaden placer a sus experiencias cotidianas, sirven de motivación para la acción. Las respuestas afectivas se vinculan con todas las situaciones y relaciones humanas: con los padres, con el entorno, con el grupo de iguales, en el trabajo o aula, en la actividad sexual, social y moral, en los procesos cognitivos, etc. Condicionan todos los ámbitos de la vida de la persona.
EUGENIO GONZÁLEZ
Facultad de Educación,
Universidad Complutense.- Madrid

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